El voleibol y la siembra de Tati Mendoza

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Por Osviel Castro Medel | 4 diciembre, 2025 |
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FOTO/ Denia Fleitas

José Antonio “Tati” Mendoza, el hijo ilustre de Manzanillo, se nos fue físicamente ayer, a los 88 años, después de una vida entera dedicada al voleibol, a la virtud, a sembrar por encima de remates y pases.

Fue uno de aquellos 12 jóvenes que, en 1956, con un solo balón en el barco que los llevó a Francia, pusieron  el nombre de Cuba en  un campeonato mundial de voleibol.  Allá conquistaron el lugar 19 (entre 24 participantes),  pero regresaron dispuestos a aprender y sobre todo a enseñar.

Tati, un seudónimo por el que todos lo conocían, vistió además  el uniforme de las cuatro letras en los Juegos Panamericanos de Chicago 1959 y en los Centroamericanos y del Caribe de Kingston 1962,  cita donde su doble condición de atleta y traductor del técnico checo Lumir Miatecek lo convirtió en un puente esencial.

Luego, junto a Eugenio George, su “compañero y mano derecha”, conformó la primera selección juvenil del país, un semillero donde germinaron futuras glorias, como Gilberto Herrera. Recorrió  Cuba entera buscando talentos, a quienes no solo enseñó a jugar, sino también a vivir con virtud.

Hombre de amistades leales, atesoraba la del que llegaría a ser comandante rebelde,  Manuel “Piti” Fajardo, su coterráneo y compañero de juegos, a quien presentaba a los jóvenes de hoy como como “un paradigma”.

Muchos lo recuerdan como profesor de varias asignaturas en la Facultad de Ciencias Médicas de Manzanillo, un lugar donde le brotaban la pedagogía sin par y la cultura vasta.

Estaba entre las glorias deportivas de este país, por eso no fue casual verlo portando, como primero, la antorcha que recorrió  la nación e incendió la pira de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de La Habana, en 1982.

Aun jubilado, no dejaba de asesorar a entrenadores, de escribir trabajos científicos, de aconsejar a los más nuevos sobre el deporte y la vida.

Tati Mendoza, el hombre que sembró con humildad tantas cosas, enamorado de la historia y el voleibol, se ha ido físicamente. Su historia, que comenzó el 12 de enero de 1937 en Manzanillo, tiene que servirnos como referente, al igual que su frase modestísima: “hubiera querido hacer más”.

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