Camilo está en cada hoja, en cada piedra, en todo el monte de la Sierra Maestra

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Por Orlando Fombellida Claro | 28 octubre, 2020 |
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Cándido Fuentes Ortiz FOTO/Luis C. Palacios Leyva

PREÁMBULO NECESARIO

Hace 31 años realicé entrevistas a combatientes del Ejército Rebelde que estuvieron junto a Camilo Cienfuegos, las cuales fueron publicadas en la edición en papel del periódico La Demajagua y en su primera versión digital, no disponible ahora en Internet, razón por la cual las reproduzco, en ocasión del aniversario 61, este 28 de octubre de 2020, de la desaparición física del Héroe de Yaguajay.

Testimonio de Cándido Fuentes Ortiz.

-Usted que lo conoció personalmente, combatió junto a él, ¿cómo recuerda a Camilo? Preguntó el periodista al entonces coronel retirado Cándido Fuentes Ortiz.

-Yo tengo una foto de él en mi casa, la miro a cada rato. Para mí no ha muerto, lo veo en todos los lugares, en los jóvenes, en las escuelas que él quería construir –respondió el luchador clandestino primero, guerrillero después, luego oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias  (FAR) de Cuba durante 25 años.

“Como todo revolucionario cubano sentí y siento su pérdida; era el mejor ejemplo para la tropa, muy jovial, gran jefe, una gente muy buena, un hermano”, añadió el entrevistado, un hijo de humilde familia campesina, quien en la primera etapa de su vida sufrió los rigores del sistema imperante entonces en la Mayor de las Antillas, contra el cual se rebeló a temprana edad.

“Creo –opinó- que la rebeldía me viene en la sangre, o será por proceder de la clase humilde, tan atropellada antes.”

Camilo Cienfuegos FOTO/Autor desconocido

-¿Cuándo se incorporó al Ejército Rebelde y dónde conoció a Camilo?

-Al desembarcar Fidel (Castro Ruz) el 2 de diciembre de 1956 por Niquero,   –yo soy de allá, pero vivía aquí en Buey Arriba- hicimos contacto con su gente y empezamos a luchar acá abajo, hasta el momento en que la cosa se puso demasiado mala, los casquitos (soldados de la tiranía de Fulgencio Batista) nos quemaron la casa y éramos muy perseguidos.

“Entonces nuestra célula del 26 de Julio autoriza que cojamos con la familia completa para el monte, y el 3 de abril de 1957 nos incorporamos mis hermanos Rafael, Esteban –igualmente tenientes coroneles- y yo, a la guerrilla, directamente en la Columna 1 de Fidel, poniéndonos bajo el mando de Guillermo García.

“El lugar exacto no lo puedo precisar, pero allí conocí a Camilo. Después estuve con él, con el Che, (Juan) Almeida, Universo Sánchez; vivíamos dando saltos de una tropa a otra, según las necesidades.”

-Cuéntenos algo sobre Camilo –pedimos a Cándido, militante del Partido Comunista de Cuba, combatiente internacionalista en Angola, oficial de artillería, vanguardia de las FAR en tres ocasiones, y sus palabras son un raudal de admiración, cariño, respeto y homenaje a quien Ernesto Che Guevara calificó como el mejor hombre de la guerrilla.

-Yo estuve –contestó- unos cuatro meses, no estoy seguro, con Camilo, con él participé en los combates de Sao Grande, Santo Domingo, El Jigüe y otras acciones. Cuando él salió para el llano yo me quedé en las lomas.

“De nuestro Señor de la Vanguardia puedo decir que a donde quiera que llegáramos, la primera guardia la hacía él, en todo era muy cuidadoso.

“Si no había alimento para toda la tropa, no se comía. Nadie le podía brindar algo a él en particular. Una vez vinimos a atacar las Minas de Bueycito, bajamos por Severiana, donde hicimos noche en la finca de Landy Curt.

“El campesino Héctor García le fue a matar una gallina y él no quiso, preguntó qué comida había para su grupo de hombres, diciéndole Héctor que tenía pocos suministros, entonces le preguntó si había frutas. ‘Coco’ –respondió el campesino. Cinco combatientes nos subimos a las matas; lo que comimos esa noche fue eso: coco.”

Cándido Reyes Ortiz estuvo en el Ejército Rebelde hasta la victoria del primero de enero de 1959. Fue a La Habana en la Caravana de la Libertad, se incorporó a las nuevas tareas de la Revolución “la otra, la nueva, porque todavía teníamos mucho por hacer”.

Vivió en la capital cubana una buena cantidad de años y al cesar la vida activa en las FAR retornó a Buey Arriba, montañoso municipio de la provincia de Granma, sureste de Cuba, cuyas transformaciones económicas, políticas y sociales lo hacían sentir realizado plenamente.

Mientras achicaba los ojos y miraba hacia las lomas, donde fusil en manos peleó por la libertad de su patria, expresó como si hablara para sí: “De Camilo hay millones de anécdotas que contar. En esa Sierra Maestra, en todo el monte, en cada piedra, en cada hoja, él está.”

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