Cooperantes del asalto al cuartel de Bueycito

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Por Yelandi Milanés Guardia | 1 agosto, 2017 |
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Ariel Hernández Rivas, uno de los tres familiares que contribuyeron al asalto

Desde el 30 de julio de 1957 el Che comienza a organizar el ataque a Bueycito, y toma la decisión de hacerlo la noche del 31 de julio. Armando Oliver se encargaría de conseguir camiones, guías para los lugares y un minero encargado de volar los puentes que comunican la carretera de Bueycito con la de Manzanilllo-Bayamo.

A las 2:00 de la tarde del 31 emprendieron la marcha. Tenían por delante un largo camino y cruzaron un grupo de casas. Llegaron a la vivienda del compañero Santiesteban, quien tenía una camioneta a su disposición y dos camiones enviados por Armando Oliver.

Con toda la tropa montada hicieron la marcha hasta el poblado de las Minas, la cual duró cerca de tres horas. Allí se había levantado la vigilancia del ejército y se tomaron precauciones para que nadie se moviera hacia Bueycito.

Atrás dejaron la escuadra de Vilo Acuña y el resto siguió hasta la cercanía del objetivo a atacar, acción ejecutada en la madrugada del 1de agosto.

A partir de ese momento aparece en escena un camión de carbón detenido por los rebeldes en la entrada del poblado, el cual mandan con un hombre para ver si había vigilancia, pues a veces en la entrada, una posta del ejército revisaba todo lo proveniente de la Sierra Maestra.

Un papel importante desarrollaría este camión responsabilizado con la señal de aviso para comenzar el combate. En él venían tres familiares, entre los cuales se encontraba Ariel Hernández Rivas, quien transcurridos 60 años del acontecimiento accedió a hablar sobre el hecho con La Demajagua Digital.

“El día que los rebeldes detienen el carro veníamos tres familiares: Fernando Chacón Hernández, el niño de 13 años Pablo Chacón Rivas, y yo que en ese tiempo tenía 22.

“Nosotros veníamos de la Quebrada, una finca de Pablo Hernández en la Sierra. Cuando estamos cerca de Bueycito paran el carro, y el Che al vernos  se alegró mucho porque no levantábamos sospechas y podíamos avisarle si estaba o no despejado el camino.

“El guerrillero le da la misión a Chacón Hernández y monta al niño con un rebelde en la parte trasera del medio de transporte. A ellos también los acompaña en la cabina Cristino Naranjo, quien iba con la misión de volar el puente de Yao para evitar la entrada de refuerzos.

“Nosotros no conocíamos al Che y cuando nos paró, yo manejaba, pero luego lo hizo Chacón Hernández por la importancia de la acción”.

Dadas las instrucciones bajan y al pasar por el cuartel los guardias los alumbran. Al ver que andan en un camión de carbón los dejan pasar, y entonces dan los tres pitazos para indicar la ejecución del ataque.

Antiguo cuartel de Bueycito, hoy convertido en museo

Al dar el aviso el rebelde que estaba arriba se tira y el niño se asusta, mientras más adelante dejan a Cristino Naranjo con el objetivo de cumplir su misión.

Luego se dirigen a Bayamo y cuando llegan a la ciudad monumento los guardias le piden la guía del carbón, y ellos se asustan porque no la traían, pero los guardias le dicen que si les dan un dinerito pueden seguir sin problemas.

Tomando precauciones los protagonistas no mencionaron ni una palabra sobre el suceso, y el carro lo guardaron un mes en casa de un compañero llamado Luis Rojas, quien vivía cerca de la Nestle.

Hernández Rivas refiere que ese camión luego contribuyó a la lucha insurreccional llevando hombres y recursos a las tropas rebeldes.

Posteriormente, Fernando Chacón se alza para las montañas cuando matan al hermano Pablo Chacón Hernández, y se une a la Columna cuatro, por lo cual vuelve a relacionarse con el Che y entabla con él una gran amistad.

Para Hernández Rivas y sus familiares aquella acción significó mucho, porque aportaron un grano de arena en el ataque al cuartel de Bueycito y comenzaron entonces una estrecha relación con los valientes barbudos, quienes ya comenzaban a incursionar en el llano.

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