El día de San Lázaro, tradición cultural de Cuba

Share Button
Por Granma | 19 diciembre, 2019 |
0

Babalú Ayé, «como también se le compara por asociación de los creyentes en la religión Yoruba», significa “Rey o padre del Mundo”, hermano de Shangó.

Los chinos también ven en el Babalú Ayé una semejanza con uno de los ocho inmortales de su mitología, Li Xuan, que al igual que San Lázaro o Babalú Ayé, viste de harapos de tela gruesa, es lisiado de una pierna, se ayuda con muletas y es amante de los animales.

En estos días, en víspera del 17 de diciembre, su día; los devotos de este santo lo veneran de diversas formas, algunos se deslizan con una piedra a rastro, también acostados de espaldas, otros caminan descalzos o con flores y velas. En lo que sí casi todos coinciden es en que van para el Santuario Nacional de San Lázaro en El Rincón a depositar todas sus ofrendas .Unos piden salud, otros protección, o por ellos y sus familias.

En el Rincón encontramos personas de todo tipo, de diferentes lugares de Cuba y otros países. Hasta los jinetes van con sus caballos a bendecirlos (lo hacen el 17 de diciembre y el 17 de enero).

Es normal verlos en los cochecitos conocidos popularmente como arañas desplazarse en grupos de hasta 20 para cumplir su cometido, llegar al Rincón e ir a la fuente en busca de agua bendita, llevársela al padre de la iglesia para que la bendiga y limpiar a sus bestias para librar de todo mal, es parte del ritual.
Como la Virgen de la Caridad, Santa Bárbara o la Virgen de Regla, San Lázaro, siempre tendrá en los cubanos seguidores que le rendirán culto para enfrentar sus desafíos, calamidades y penurias. La fe hacia él logra traspasar fronteras y aferra al que la sienta y la haga suya.

LA LEYENDA

Cuenta la leyenda que a Babalú Ayé por ser un hombre muy mujeriego, Orula le aconsejó controlarse en ese sentido porque podía contraer graves enfermedades, a lo que no hizo caso. Un día se encontró con una mujer irresistible, fue a divertirse y al despertar al otro día su cuerpo estaba cubierto de llagas malignas.
Los mayores del pueblo, al ver su estado, le cosieron la lengua con doce diloggún (sistema adivinatorio de la Regla de Osha que utiliza el caracol cauri en mano de 18 o 21 piezas, según el orisha que se trate) y lo expulsaron del lugar.

Su hermano Shangó lo llevó ante Orula, quién después de regañarlo por su desobediencia le aconsejó a Shangó que buscara a Osain para que le preparara un remedio con hierbas que sería la cura de la enfermedad, Babalú Ayé debía limpiarse con ellas, enterrar el ebbó (trabajo de limpieza y depuración) e ir a un pueblo donde lo proclamarían rey. Ogún le regaló dos perros para que lo acompañaran en el viaje.

Cumpliendo al pie de la letra lo orientado por Orula, Babalú Ayé fue a buscar el lugar que le había descrito este. Al enterrar el ebbó comenzó a llover torrencialmente y las llagas que lo aquejaban desaparecieron. Para su sorpresa, al entrar en el pueblo se percató que todos allí padecían una grave enfermedad, los pobladores que al verlo fueron a su encuentro venerándolo, porque según ellos, la cura de sus males vendría con el hombre que llegó bajo la lluvia. Babalú Ayé, que conocía algunos de los secretos de Osain para curar comenzó a atender a los enfermos y fue proclamado rey del lugar.

Nota: Los datos tomados del libro “Con bendición de todos” de la profesora e investigadora Valentina Porras Potts.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *