El grito con la capacidad de romper la más sorda de las razones cuando deja su dote de auxilio para ir por agravios, desmaya vidas, desarma sueños, quebranta la sociedad.
El calor, el estrés, el aglutinamiento,… ahí, se ha construido la rutina por la escasez, la impaciencia y el mundo mismo, pero sin justificación alguna para el deterioro moral que se dibuja hoy.
Cuenta una amiga que hace unos días, un turista de paso por el Paseo de General García, en Bayamo, en ocasión de disfrutar del entorno parecía fascinado por la exaltación verbal en la conocida cola de las galletas y tiraba fotos, como si archivara a Munch retocando El grito (1893) en pleno siglo XXI.
En el cine Céspedes de la ciudad, algo similar arrojó el estreno de la película El Regreso, de Blanca Rosa Blanco, al desatarse los agravios y empujones a la hora de entrar a la institución. Una verdadera pena con la actriz, quien, por primera vez, nos visitaba.
Agobiarnos, por tan poco, no favorece en las circunstancias cotidianas, que aun en cuestiones de urgencias, en centros de Salud, el im-paciente es quien termina por diagnosticar hasta la muerte misma del médico.
Hay que pausarse, e incluso, rebobinar, para muchas veces pedir perdón, porque después de tantos siglos en busca de consensos y descubrir antídotos contra los “comprimidos orales”, no son racionales esos comportamientos.
Según las matemáticas, ciencia de la lógica por excelencia, un problema conduce a una solución, no a otro inconveniente. Por lo tanto, divida, sume, reste o multiplique, mas, encuentre el equilibrio emocional.
Obviamente, resulta esta una respuesta natural del organismo humano, sin embargo, aconsejan por las nocivas consecuencias cambiar la actitud y hacer conteos.
En casos así, el ritmo cardíaco y la tensión arterial, la testosterona -hormona de la conducta agresiva- aumentan, y baja el cortisol, respuesta ante el estrés.
Como diría mi amiga “no dejes que los tiempos difíciles endurezcan tu corazón”. Desterremos de nuestra cultura popular esa etiqueta que comienza a redefinirnos como cubano, nada cercano a la jocosidad y buena vibra que sí llevamos dentro y fuera.
A tiempo tu comentario. Varias soluciones pueden procurarse para evitarnos otro endurecimiento de las almas a causa de las carencias materiales y de las colas. La primera tiene que ver con la presencia de las autoridades policiales como ente preventivo, la atribución a las entidades comercializadoras de su obligación con cumplir con acciones de información y comunicación social para con los sufrientes y desesperados que tenemos que hacer las colas. También podría adornarse nuestro paseo con pantallas donde se transmita información relajante, y hasta humorística con mensajes de bien público que apelen a la cortesía y el buen comportamiento ciudadano. Las instituciones pudieran aprovechar espacios de gran audiencia para dar a conocer el surtido de esos productos ´deficitarios´ y su disponibilidad. En fin varias medidas que nos eviten querer resolver con un grito, o con varios, los problemas de nuestra cotidianidad.