Mientras “el ingeniero” jugaba a entretener su inocencia de seis años con trazos minimalistas de un carro al estilo de los ’70 del siglo pasado, las formas y los colores se apropiaban de su rutina.
A aquellos días de sobrada ingenuidad y ocio, sobrevendría un artista, que, sin advertirlo, devoraría al mundo con los ojos cerrados, a pesar de los obstáculos del camino.
Desde entonces, en casa, donde sospechaban algo de grandeza en sus incipientes líneas, le llamaban, de vez en vez, Picasso.
Pero el bautizado Alexis Miguel Pantoja Pérez, más allá del aliento, no comprendía muy bien aún de qué se trata aquel juego de palabras, y lo que sus manos lograban.
Cuadros de Alexis Pantoja, relevante artista de la plástica en Granma!!! Feliz jornada!!!!
Publicada por La Demajagua en Lunes, 19 de noviembre de 2018
Cosme Proenza, a quien considera un puente entre las incógnitas y el hacer, patentizaría el talento de Pantoja, que convertido en su discípulo en la academia El Alba, Holguín, desvistió allí lo de aficionado para lucirse en profesionalidad.
La destreza alcanzada con el paso del tiempo, fusiló en el tapiz el desaliento vivido por el acuchillante verbo de un profesor que lo calificó sin talento, cuando apenas comenzaba a descubrir el mundo de la plástica en su natal Manzanillo.
También, despejó por completo la frustración de la etapa académica como resultado de la fatalidad geográfica, que le impidió ir a la Escuela Nacional de Arte.
“La vida reacomoda las fichas de una manera en que tú no las piensas, pero funcionan mejor. Mi sentido siempre fue aprender a pintar”, dice y revive los años en los cuales reproducía portadas de revistas de la Unión Soviética como un ejercicio inconsciente.
Esas hojas de principiante, luego fueron un lienzo, capaz de absorberte en el diálogo íntimo con cada personaje envuelto en una realidad circundante, mediante el virtuosismo que revela la soledad, la tristeza, lo místico, lo contradictorio y complejo del universo.
De ellos, el guajiro icónico, casi idílico y metafórico con su sombrero a ultranza, lo ha llevado a viajar medio planeta, aunque nunca pensó que aquel campechano cubano -que en buena parte lleva dentro-, le provocara la aventura de los primeros premios.
“Paradójicamente es lo que llamo: las cosas que han hecho del defecto un efecto. O sea, yo vivo en un lugar que la geografía es torpe con cierta dinámica del arte contemporáneo y ese hombre de ahí, me ha llevado a lugares totalmente contrarios a ese tipo de cosmovisión como Europa y Estados Unidos”.
Quizás en ello influye, el capricho con que asume la labor pictórica. Confiesa que trabaja a partir de una idea preconcebida de lo que desea y, luego, disfruta la construcción de la pintura.
Con ese propósito, durante 30 años de vida artística ha aumentado sus personajes, con los cuales establece una relación afectiva artista-idea y viceversa.
“Vivimos en mundo que más que todo es una fábula, entonces tu obra es como una especie de ficción de esa realidad, que traspasa la frontera cubana”, comenta con inquietudes sobre el arte y su contexto, desde su visión comercial e inteligente.
Ante ello no ha cerrado los ojos de los personajes como síntoma de ignorancia, al contrario ha sido un rejuego para atrapar a muchos con sus mensajes.
“El hecho de que mis personajes tengan los ojos cerrados, es una especie de intención que va a poner al espectador en puntos de llegada e inflexiones de la obra. Es también una broma, pero una broma seria”.
Absorto en ese entramado de historias y modalidades del mundo, le preocupa seriamente que su cabeza no deja de pensar.
“Mi gran frustración es que no sé, ni voy a tener la capacidad de llevar al lienzo todas las ideas. Tengo más de las que puedo llegar a pintar”, dice con una seriedad jocosa y filosófica, de la cual presume en sus obras.
Inspirado en lo tradicional y cotidiano, Alexis encontró hace varios años en Bayamo, su hábitat preferido para crear, porque asegura que se mantiene coherente con el espacio físico e intelectual.
Muestra de ello son la galería estudio que posee y céntricos lugares que se engalanan con su quehacer, como el recién inaugurado restaurante La Filarmónica.
Desandar es una constante para el artista de los ojos cerrados, que miran al mundo, desde su extensión de lo real maravillo hasta las singularidades más infinitas de los sentimientos.
En ello como bien dijo: “El arte es un don de la naturaleza y lo humano. Hay individuos que se lo toman en serio y otros no”, he ahí la cuestión que quizás lo hizo artista desde su propia concepción.