
Yulián Arias Jiménez raja las panzas y desvicera cerdos y reses, con tremenda destreza. “34 de las grandes y 90 puercos en una jornada es mi récord”, dice con orgullo. Todo legal. Deja caer la fuerza de sus brazos sobre la anatomía de los animales muertos, que guindan sobre una biga de hierro, y continúa con el resto.
Parece incansable. A las 4:00 de la madrugada ya está en el centro de trabajo, ayuda a varios de los compañeros en sus quehaceres, pues comienza lo suyo alredodor de las 5:20 a.m. “A veces, después de los primeros, creo que no podré con tantos, pero cojo el ritmo, y lo consigo. La voluntad es la clave. Me he ido de aquí hasta después de las 8:00 de la noche”, manifiesta.
Como si desafiara al agotamiento, cuando llega a casa realiza ejercicios con pesas: “Si no lo hago, luego me siento débil”, refiere.
La pegada de sus muñecas es tal que, con un hacha, sustituye a la sierra que debe utilizar para abrir el ganado mayor, la cual está rota.
Le asesta unos 25 golpes como promedio a cada uno, con la mejor puntería posible para que los cortes sean limpios. “Hay que verlo en eso. Es extraordinario”, nos dice un señor a nuestro lado.
Esa dedicación y resultados, fueron premiados con la condición de mejor trabajador en el 2015 de la Unidad Empresarial de Base cárnica Inocencio Black Wood, de Niquero, y reconocimientos en la Asamblea de Balance de la entidad a nivel de provincia.
Hace unas jornadas, llegamos al local, donde labora junto a los demás de la brigada de sacrificio. Era su cumpleaños, y estaba sonriente. Varios los felicitaban. “Déjenme terminar aquí, enseguida estoy con ustedes”, nos dijo.
Y continuó lo iniciado desde muy temprano. 11 reses y 54 puercos fue el total. Unos minutos después, se acercó: “Ya estoy listo”, expresó entusiasmado, como quien acababa de tomar un poco de agua.
-¿Acaso no te sientes cansado?, le preguntamos
– Na, hoy en verdad estuvo fácil, porque había pocos animales. Ya cumplimos los parámetros previstos para el mes.
Yulián Arias es un joven fornido de estatura media, quien habla con la fluidez de la alegría y de las conquistas. Le gusta estar siempre ocupado, por eso “llego temprano, ayudo a bañarlos y matarlos. Cuando eso está adelantado, me traslado a mi puesto, para bandearlos y sacar todo de adentro”.
Asegura que, tal vez, esa resistencia se debe a que practica deportes desde pequeño. Además, “salí a mi mamá, quien también se levanta muy temprano y casi ni descansa.
“Siempre he sido así. Durante el servicio militar, en el Ejército Juvenil del Trabajo, me dieron mi primer pase como estimulo, cuando apenas tenía 17 días”. Después, enumera otros reconocimientos, como aquella vez que sobresalió entre más de 100. “En ocasiones, yo mismo me sorprendo”.
El salario constituye uno de los mayores estímulos para tanto esfuerzo: “Es bastante bueno, en especial desde la aplicación de la Resolución 17. Siempre gano más de 800 pesos en el mes, y en oportunidades hasta mil 500.
“Aquí todos nos ayudamos. Mis compañeros también trabajan muchísimo. Somos una gran familia, y vamos hacia adelante para que la UEB cumpla todos sus planes”.
Insiste en que es un muchacho común: “Me gusta escuchar música y salir con mis amigos a la discoteca”.
Cuando menciona a su niño, Jan Carlos, el brillo invade sus ojos: “Tiene cuatro años, y es maravilloso”.
Casi al final, lo volvemos a felicitar por su cumpleaños y resultados. Él sonríe y sigue junto a los demás en el interior de la instalación, donde cuelgan varios cerdos, ya rendidos ante Yulián Arias y otros.
Estoy orgullosa de Yulian, orgullo de nuestro pueblo.