En las fronteras del deseo

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Por Melitza Vargas | 2 febrero, 2022 |
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IMAGEN ILUSTRATIVA

Alejandro tiene 17 años. Ha descuidado los estudios, la familia y los amigos. La excitación controla su mente y cada vez le resulta más difícil contener las ganas de autosatisfacerse. Hace más de seis meses que pasa la mayor parte del tiempo masturbándose en el cuarto.

Reconocido como “comportamiento sexual compulsivo”, en la clasificación internacional de enfermedades, de la Organización Mundial de la Salud; la adicción al sexo o hipersexualidad, términos que también se le adjudican, consiste en la necesidad incontrolable de satisfacer impulsos eróticos, a partir de las relaciones íntimas, la masturbación, el consumo de pornografía o el cibersexo.

Uno de los grandes placeres es el sexo, sin embargo, tiene límites peligrosos que atentan contra el bienestar físico y mental de los sujetos.

El apetito sexual se convierte en un problema cuando alcanza niveles excesivos en las personas, e interfiere de forma negativa en otros ámbitos de su vida.

El uruguayo Santiago Cedrés, sexólogo clínico, apunta que esas conductas no son intrínsecamente de índole sexual, sino que con ellas se trata de reducir la ansiedad o escapar de un desasosiego interno.

Tales comportamientos figuran entonces como una manera de aliviar la tensión y el malestar emocional de forma temporal en el individuo, porque nunca encuentran con ellos el goce pleno. Razón por la que se vuelven un ciclo repetitivo en la constante búsqueda de la satisfacción.

Las recurrentes e involuntarias fantasías relacionados con el sexo, que producen incapacidad para prestar atención y mantener la concentración en otros asuntos, constituyen otras de las características del trastorno.

La actividad sexual pasa a ser el centro de las personas, pues le atribuyen connotaciones eróticas a todo lo que les circunda; y relegan a un segundo plano las responsabilidades en el trabajo, pasar tiempo con familiares o amigos y el entretenimiento.

Además, los sexoadictos presentan dificultades para iniciar una relación amorosa; y si tiene una pareja estable les resulta complicado sostener la cercanía emocional con su cónyuge.

El fenómeno, puede darse en hombres, denominado históricamente como satiriasis; y en mujeres, al que se le ha otorgado el vocablo ninfomanía. De acuerdo con las fuentes consultadas el 6 % de la población mundial lo padece, afectando más al sexo masculino.

Al mismo tiempo, la sociedad machista celebra la “táctica” a razón de su empoderamiento y condena a las féminas cuando tienen actitudes sexuales estimadas popularmente como liberales e indignas, entre ellas el aumento del deseo carnal.

La enfermedad tiene causas diversas, en las que confluyen diferentes factores determinados por la educación sexual, situaciones traumáticas, baja autoesima, ruptura con la pareja, efectos secundarios del uso de algunos fármacos o componentes biológicos presentes en el ser humano.

El padecimiento, provoca en ocasiones conductas de riesgo como la promiscuidad e intimidad sin protección con extraños, que pueden ocasionar el contagio de una Infección de Transmisión Sexual.

Quienes sufren esa dependencia suelen disimularla y ocultarla frente a sus conocidos. Aunque los comportamientos sexuales le generan sentimientos de culpa, en múltiples casos no reconocen que tienen un problema y requieren ayuda profesional para superarlo.

El padecimiento puede ser atendido desde la psicología, la terapia sexual y la farmacología. Según el sitio web CuidatePlus, el tratamiento contempla seis fases: desintoxicación; deshabituación psicológica; normalización; cambio de estilo de vida anterior y búsqueda de nuevas metas alternativas a la adicción y por último la prevención de recaídas.

Los diferentes procedimientos se efectúan con la finalidad de liberar los sentimientos negativos sin ahogarlos en el sexo, mejorar las relaciones sociales que se han visto afectadas y fomentar un estado de equilibrio y serenidad que le permita al paciente un desarrollo saludable en todos los aspectos.

La sexualidad es una función básica que se manifiesta de manera diferente en los individuos. Disfrutar mucho el sexo no significa ser adicto al sexo, pero si se torna una obsesión que afecta otras esferas de la existencia, es conveniente buscar ayuda especializa para evitar consecuencias no deseadas.

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